24 de septiembre de 2015

La Flecha de Joseon. Capítulo 1

El sueño de la princesa
 
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Yoon Hee despertó esa mañana sintiéndose cansada y aturdida. Su largo cabello negro caía despeinado y alborotado sobre sus hombros y su rostro estaba pálido.

Había tenido ese inquietante y oscuro sueño de nuevo. Al recordarlo sintió un violento escalofrío que la estremeció de pies a cabeza.

Caos y excitación en una lucha sin tregua, una gran batalla llena de suspenso, confusión y misterio, donde miles de espadas centelleaban y chocaban ferozmente a la tenue luz de la luna envolviendo el “Palacio del Norte”, Gyeongbokgung, (1) y sus alrededores en una fascinante y sombría atmósfera. La princesa se veía a sí misma empuñando un arco y disparando una flecha, pero por más que lo intentaba, no podía descubrir a quién iba dirigida y sentía miedo.

La hora de dormir siempre le traía desesperación, desasosiego y miles de dudas. «¿Qué ha hecho esa persona para merecer la muerte?», se preguntaba con frecuencia. «¿Por qué me siento tan abatida al disparar la flecha? ¿Qué fuerzas extrañas me harían participar en un enfrentamiento como ese?»

Además, en su sueño había una espada que se destacaba entre todas, extremadamente hermosa y temible a la vez. El arma estaba en manos de un joven vestido totalmente de negro, cuyo rostro cubierto era imposible de ver.

Al despertar, miles de preguntas se agolpaban en su mente: ¿Quién era ese joven? ¿Por qué se sentía tan atraída hacia él? No recordaba cuánto tiempo llevaba soñando con esa trágica noche, pero sentía que poco a poco se había vuelto más profundo el temor, más intensa la lucha, y más fuerte su deseo de encontrar respuestas.

Intentaba convencerse a sí misma de que sólo era producto de su imaginación, y no una premonición sobre el futuro. En Joseon reinaba la paz y no había  rumores sobre ninguna conspiración o alzamiento. El rey Seo, su padre, era aclamado y querido por sus súbditos, y las actividades comerciales y financieras en el popular mercado de la ciudad de Hanyang, (2) marchaban con total normalidad. 

Yoon Hee, creía que esos sueños eran el resultado de la culpabilidad que sentía por los años que dedicó a tomar clases secretas de artes marciales, las cuales le estaban prohibidas. Para ese fin, se disfrazaba de soldado y salía a hurtadillas de su habitación para reunirse en el hermoso Pabellón Blanco con In Sung, su mejor amigo y uno de los nobles más prometedores del reino. En estas clases clandestinas, el joven le había enseñado todo lo que sabía sobre tiro con arco, manejo de espadas y otras armas, defensa personal, equitación, historia, economía y política. 

Cuando no lograban verse en el Pabellón Blanco, In Sung, se sentaba cerca del portal que daba a ventana de la habitación de la princesa y le leía en voz alta algunos documentos antiguos. Además, le escribía extensas cartas contándole sobre las tradiciones de la antigua dinastía Goryeo. (3)

Aunque eran amigos cercanos y se tenían mutua confianza, Yoon Hee no se había atrevido a contarle nada sobre el enigmático sueño que casi todas las noches, de forma caprichosa, le arrebataba la tranquilidad. Los momentos que pasaban juntos eran tan extraordinarios, que no quería dañarlos hablando sobre pesadillas y misterios.

Yoon Hee sabía que su padre, de alguna forma, se había enterado de las clases secretas que su joven amigo le impartía, pero nunca había hecho nada para impedirlo, por el contrario, podía ver en su rostro gestos de aprobación que la llenaban de orgullo y le infundían valor para seguir instruyéndose, pero debía ser muy cuidadosa y seguir ocultándose, en especial del eunuco real, (4) quien seguramente tendría órdenes de la reina, para que evitara a toda costa que realizara actividades peligrosas, ya que siendo la única heredera al trono, su destino era ser coronada reina, y por consiguiente, su seguridad tenía carácter prioritario. Si tenía un hijo, como todos esperaban, ese niño se convertiría en el futuro monarca de Joseon. 

A cada momento llegaban al palacio costosos presentes dirigidos a Yoon Hee. Los nobles adinerados del reino intentaban ganarse su favor enviando las más variadas telas, exquisitos perfumes y docenas de animales exóticos provenientes de toda Asia. Ninguno de estos jóvenes era del agrado de la princesa, quien veía en ellos solamente arrogancia y presunción. Sabía que la mayoría insistía en conquistarla solamente por el tentador título de “Príncipe Consorte”.

Sin embargo, la vida en el palacio era placentera y la princesa no podía quejarse. Muchas cosas le atraían e interesaban. Cuando las mañanas se tornaban frías y grises, visitaba los estanques de loto y jugaba bajo la lluvia, lo que tenía un resultado desastroso en su apariencia. Las damas de la corte se afanaban por hacerla lucir impecable de nuevo, procurándole ropas secas y limpias, trenzando y perfumando sus cabellos con esencias provenientes de las provincias rurales.

Desde la ventana de su habitación podía observar la impresionante arquitectura del palacio principal, las altas columnas suntuosamente construidas a base de mármol y jade, los vestíbulos, corredores y salones, cuyas paredes estaban decoradas con llamativos mosaicos, y la majestuosidad de las murallas y tejados, que convertían el lugar en una fortaleza muy bien edificada. 

El paisaje natural que rodeaba el palacio era de ensueño, con hermosas colinas y pintorescos árboles que parecían estar siempre en flor. Amaba en especial el árbol de cerezo que crecía junto a la entrada del Pabellón Blanco, su esplendor quitaba el aliento a todo aquel que tenía la dicha de admirarlo.  

Por las tardes, prestaba especial atención a los impecables centinelas armados que custodiaban las entradas. Luego desviaba su mirada hacia los patios interiores donde los soldados de la guardia y otros funcionarios del ejército realizaban entrenamientos militares. Anhelaba participar junto a ellos en las  competencias y torneos ecuestres, para demostrar sus destrezas y habilidades.

No obstante, la vida en el palacio también podía ser solitaria en ocasiones. Yoon Hee no tenía permitido salir al exterior sin escolta. Con frecuencia, deseaba escaparse y caminar libremente por las calles de la ciudad, disfrutando de la vida de los Sangmin, (5) aunque fuera sólo por un día, para poder olvidarse de las interminables lecciones de etiqueta y protocolo que la aburrían invariablemente.

Por lo general, lograba olvidar en pocas horas el temor que le producía su misterioso sueño. Pero ese día, su preocupación iba en aumento. Se percató de haber divisado, por primera vez, un extraño símbolo grabado en la espada que sostenía aquel joven de negro. «¿Será ese símbolo la clave para descifrar el misterio?», se preguntó, mientras extendía el brazo para tocar un ave que se había posado en la ventana.

(1) Gyeongbokgung (경복궁): palacio principal durante la Dinastía Joseon (1392-1910). Edificado en 1395 por el monarca Lee Seong-Gye.
(2) Hanyang: en 1394, se trasladó la capital de Corea de “Kaesong” a “Han Yang” (conocida en la actualidad como Seúl) convirtiéndose en una de las capitales más antiguas del mundo, con más de 600 años de historia y duración.
(3) Dinastía Goryeo: estado soberano establecido en el año 918 por Wang Geon, quien unificó los últimos Tres Reinos en 936 y gobernó casi toda la península de Corea hasta el gobierno de la dinastía Joseon en 1392.
(4) Eunuco: ministro o empleado favorito del rey.
(5) Sangmin: clase plebeya formada por la mayoría de la población (generalmente agricultores, comerciantes y artesanos)

Lee el siguiente episodio

La Dinastía Joseon (también conocida como Chosun) 
fue la última familia reinante de Corea (1392 - 1910)
Los personajes y acontecimientos relatados en La Flecha de Joseon son imaginarios.

GISSI RODRÍGUEZ, Copyright 2013
Disponible en Smashwords

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