El sueño de la princesa
Había tenido ese inquietante y oscuro sueño de nuevo. Al recordarlo sintió un violento escalofrío que la estremeció de pies a cabeza.
Caos y excitación en una lucha sin tregua, una
gran batalla llena de suspenso, confusión y misterio, donde miles de espadas
centelleaban y chocaban ferozmente a la tenue luz de la luna envolviendo el
“Palacio del Norte”, Gyeongbokgung, (1) y sus
alrededores en una fascinante y sombría atmósfera. La princesa se veía a sí
misma empuñando un arco y disparando una flecha, pero por más que lo intentaba,
no podía descubrir a quién iba dirigida y sentía miedo.
La hora de dormir siempre le traía
desesperación, desasosiego y miles de dudas. «¿Qué ha hecho esa persona para
merecer la muerte?», se preguntaba con frecuencia. «¿Por qué me siento tan
abatida al disparar la flecha? ¿Qué fuerzas extrañas me harían participar en un
enfrentamiento como ese?»
Además, en su sueño había una espada que se
destacaba entre todas, extremadamente hermosa y temible a la vez. El arma
estaba en manos de un joven vestido totalmente de negro, cuyo rostro cubierto
era imposible de ver.
Al
despertar, miles de preguntas se agolpaban en su mente: ¿Quién era ese joven?
¿Por qué se sentía tan atraída hacia él? No recordaba cuánto tiempo llevaba
soñando con esa trágica noche, pero sentía que poco a poco se había vuelto más
profundo el temor, más intensa la lucha, y más fuerte su deseo de encontrar
respuestas.
Intentaba
convencerse a sí misma de que sólo era producto de su imaginación, y no una
premonición sobre el futuro. En Joseon reinaba la paz y no había rumores sobre ninguna conspiración o
alzamiento. El rey Seo, su padre, era aclamado y querido por sus súbditos, y
las actividades comerciales y financieras en el popular mercado de la ciudad de
Hanyang, (2) marchaban
con total normalidad.
Yoon
Hee, creía que esos sueños eran el resultado de la culpabilidad que sentía por
los años que dedicó a tomar clases secretas de artes marciales, las cuales le
estaban prohibidas. Para ese fin, se disfrazaba de soldado y salía a
hurtadillas de su habitación para reunirse en el hermoso Pabellón Blanco con In
Sung, su mejor amigo y uno de los nobles más prometedores del reino. En estas
clases clandestinas, el joven le había enseñado todo lo que sabía sobre tiro
con arco, manejo de espadas y otras armas, defensa personal, equitación,
historia, economía y política.
Cuando no lograban verse en el Pabellón
Blanco, In Sung, se sentaba cerca del portal que daba a ventana de la
habitación de la princesa y le leía en voz alta algunos documentos antiguos.
Además, le escribía extensas cartas contándole sobre las tradiciones de la
antigua dinastía Goryeo. (3)
Aunque eran amigos cercanos y se tenían mutua
confianza, Yoon Hee no se había atrevido a contarle nada sobre el enigmático
sueño que casi todas las noches, de forma caprichosa, le arrebataba la
tranquilidad. Los momentos que pasaban juntos eran tan extraordinarios, que no
quería dañarlos hablando sobre pesadillas y misterios.
Yoon Hee sabía que su padre, de alguna forma,
se había enterado de las clases secretas que su joven amigo le impartía, pero
nunca había hecho nada para impedirlo, por el contrario, podía ver en su rostro
gestos de aprobación que la llenaban de orgullo y le infundían valor para
seguir instruyéndose, pero debía ser muy cuidadosa y seguir ocultándose, en
especial del eunuco real, (4) quien
seguramente tendría órdenes de la reina, para que evitara a toda costa que
realizara actividades peligrosas, ya que siendo la única heredera al trono, su
destino era ser coronada reina, y por consiguiente, su seguridad tenía carácter
prioritario. Si tenía un hijo, como todos esperaban, ese niño se convertiría en
el futuro monarca de Joseon.
A cada momento llegaban al palacio costosos
presentes dirigidos a Yoon Hee. Los nobles adinerados del reino intentaban
ganarse su favor enviando las más variadas telas, exquisitos perfumes y docenas
de animales exóticos provenientes de toda Asia. Ninguno de estos jóvenes era
del agrado de la princesa, quien veía en ellos solamente arrogancia y
presunción. Sabía que la mayoría insistía en conquistarla solamente por el
tentador título de “Príncipe Consorte”.
Sin embargo, la vida en el palacio era
placentera y la princesa no podía quejarse. Muchas cosas le atraían e
interesaban. Cuando las mañanas se tornaban frías y grises, visitaba los estanques
de loto y jugaba bajo la lluvia, lo que tenía un resultado desastroso en su
apariencia. Las damas de la corte se afanaban por hacerla lucir impecable de
nuevo, procurándole ropas secas y limpias, trenzando y perfumando sus cabellos
con esencias provenientes de las provincias rurales.
Desde la ventana de su habitación podía
observar la impresionante arquitectura del palacio principal, las altas
columnas suntuosamente construidas a base de mármol y jade, los vestíbulos,
corredores y salones, cuyas paredes estaban decoradas con llamativos mosaicos,
y la majestuosidad de las murallas y tejados, que convertían el lugar en una
fortaleza muy bien edificada.
El paisaje natural que rodeaba el palacio era
de ensueño, con hermosas colinas y pintorescos árboles que parecían estar
siempre en flor. Amaba en especial el árbol de cerezo que crecía junto a la
entrada del Pabellón Blanco, su esplendor quitaba el aliento a todo aquel que
tenía la dicha de admirarlo.
Por las tardes, prestaba especial atención a
los impecables centinelas armados que custodiaban las entradas. Luego desviaba
su mirada hacia los patios interiores donde los soldados de la guardia y otros
funcionarios del ejército realizaban entrenamientos militares. Anhelaba
participar junto a ellos en las
competencias y torneos ecuestres, para demostrar sus destrezas y
habilidades.
No
obstante, la vida en el palacio también podía ser solitaria en ocasiones. Yoon
Hee no tenía permitido salir al exterior sin escolta. Con frecuencia, deseaba
escaparse y caminar libremente por las calles de la ciudad, disfrutando de la
vida de los Sangmin, (5) aunque
fuera sólo por un día, para poder olvidarse de las interminables lecciones de
etiqueta y protocolo que la aburrían invariablemente.
Por lo general, lograba olvidar en pocas
horas el temor que le producía su misterioso sueño. Pero ese día, su
preocupación iba en aumento. Se percató de haber divisado, por primera vez, un
extraño símbolo grabado en la espada que sostenía aquel joven de negro. «¿Será
ese símbolo la clave para descifrar el misterio?», se preguntó, mientras
extendía el brazo para tocar un ave que se había posado en la ventana.
(1)
Gyeongbokgung (경복궁): palacio principal durante la Dinastía Joseon
(1392-1910). Edificado en 1395 por el monarca Lee Seong-Gye.
(2)
Hanyang: en 1394, se trasladó la capital de Corea de “Kaesong” a “Han Yang”
(conocida en la actualidad como Seúl) convirtiéndose en una de las capitales
más antiguas del mundo, con más de 600 años de historia y duración.
(3)
Dinastía Goryeo: estado soberano establecido en el año 918 por Wang Geon, quien
unificó los últimos Tres Reinos en 936 y gobernó casi toda la península de
Corea hasta el gobierno de la dinastía Joseon en 1392.
(4)
Eunuco: ministro o empleado favorito del rey.
(5) Sangmin:
clase plebeya formada por la mayoría de la población (generalmente
agricultores, comerciantes y artesanos)
Lee el siguiente episodio
La
Dinastía Joseon
(también conocida como Chosun)
fue la última familia reinante de Corea (1392 - 1910)
fue la última familia reinante de Corea (1392 - 1910)
Los personajes y acontecimientos relatados en La Flecha de Joseon son
imaginarios.
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La Flecha de Joseon. Capítulo 1
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Gissi Rodríguez
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