Beso de despedida
In Sung, era reconocido por ser un habilidoso espadachín, nadie dudaba que aprobaría el examen militar, pero a pesar de ello, no aspiraba obtener un cargo político en la Corte.
Por lo general, los nombramientos se llevaban a cabo entre los hijos de los magistrados. El rey lo tenía en alta estima y le permitía visitar el palacio con frecuencia. Siempre encontraba la forma de reunirse clandestinamente con Yoon Hee, porque sabía que la princesa atesoraba cada uno de los momentos que pasaban juntos, leyendo, mirando el atardecer o simplemente conversando.
En su tiempo libre, le
gustaba recorrer el mercado de Hanyang. Ayudaba a los campesinos y
artesanos con sus mercancías o guiaba a los viajeros hasta posadas
seguras. Además, contemplaba con interés el trabajo diligente de los
herreros, quienes forjaban flechas, puñales y otras armas.
–Hijo, el rey
está satisfecho con el trabajo que has hecho hasta ahora –la voz del
padre rompió el silencio de la habitación–. No se equivocó al elegirte
como guardaespaldas personal de la princesa, tu capacidad para
mantenerla alejada de los problemas ha sido extraordinaria. No sospecha
que fuiste contratado para protegerla. ¡Estoy impresionado! Nunca pensé
que lograrías entretenerla de tal forma, que no tiene la más mínima idea
sobre la nefasta conspiración que se teje en Joseon para derrocar a su
padre.
–Más que un
guardaespaldas, me he convertido en su amigo –respondió In Sung, con
pesar en la voz–. Ella tiene un lugar importante en mi corazón y me
duele pensar que algún día se enterará de todo y me odiará.
–No debes
preocuparte por eso, es inevitable que se entere –repuso el padre–.
Además, te han asignado una nueva misión y no podrás volver al palacio
en mucho tiempo. Hay un espadachín que está causando conmoción en
diversas provincias, siempre viste de negro y nadie ha podido ver su
rostro...
In Sung se ponía más nervioso con cada palabra de su padre, presintiendo el peligro inminente de su nueva misión.
–El ministro de Defensa
cree, que ese condenado hombre es el líder de los conspiradores que
traman derrocar al rey. La orden es atraparlo antes de que llegue a
Hanyang. Debes proteger a toda costa la ciudad. Estás bien entrenado y
creo firmemente que eres el único hombre capaz de vencerlo –expresó el
noble con orgullo mientras pasaba el brazo sobre los hombros de su
hijo–. ¡Ese condenado no podría derrotarte, ni que sea la mismísima
reencarnación de Iljimae! (6)
Luego de una pausa, el anciano llamó a una sirvienta para que trajera más té y continuó diciendo:
–Además, debes
prepararte para seguir nuestros planes secretos. Los hombres que has
entrenado están inquietos ante tu prolongada ausencia. Tómate el resto
del día y pon las cosas en orden.
–Daría lo que fuera por quedarme más tiempo –respondió el joven suplicante.
–Siempre te advertí que
no te enamoraras de ella, pero no me escuchaste. Ten cuidado de no
echarlo todo a perder diciendo estupideces –respondió el anciano
enojado, dando un fuerte golpe en la mesa.
–No te preocupes padre, juré cumplir todas las órdenes del rey. ¡Haré lo que se espera de mí... cueste lo que cueste!
En el palacio, se
llevaban a cabo los preparativos para la reunión acostumbrada entre los
magistrados y el rey. Yoon Hee, aburrida, esperaba impaciente a que In
Sung llegara a rescatarla de ese sofocante ambiente. Al caer la tarde,
escuchó un silbido familiar cerca de la ventana y se emocionó: era la
señal acordada.
La princesa salió a
hurtadillas para reunirse con su amigo como de costumbre, y cuando se
encontraron frente a frente, notó que tenía un hermoso paquete en la
mano derecha.
–¿Un regalo para mí?
–preguntó alegre mientras extendía las manos hacia él–. Seguramente has
traído algo interesante que descubriste en el mercado.
–Me conoces mejor que nadie –contestó In Sung con una sonrisa en los labios.
Yoon Hee se acercó para
tomar el obsequio, pero en ese instante, In Sung la sostuvo por el
brazo y la atrajo hacia su cuerpo. Sin darle oportunidad de pensar en
nada más, le tomó el rostro con las manos y le dio un beso, y el mundo
se desvaneció para los dos.
Yoon Hee estaba confundida: su amigo nunca había hecho algo así. Sin embargo, comprendió que estaba enamorada de él.
In Sung, deseaba
prolongar ese momento para siempre. Probablemente era la última vez que
podrían estar juntos. Luchaba contra sí mismo para alejarse, pero no
podía soltarla, no quería. De pronto, recordó su promesa para con el rey
y su padre... y todo el calor que sentía por dentro se convirtió en
hielo.
Al mismo tiempo, Yoon
Hee recordó su sueño, las escenas que se agolpaba en su mente con
intensidad y velocidad asombrosa: la flecha, el espadachín, la espada,
el símbolo, los soldados, la lucha y el caos. Empezó a temblar en forma
descontrolada sufriendo un ligero desmayo. Cuando abrió los ojos se dio
cuenta que In Sung ya no estaba.
Empezó a llover y la
princesa, con paso acelerado, abandonó el patio exterior abriéndose
camino entre los portales hacia su habitación, preguntándose a dónde
había ido su noble amigo.
In Sung, por su parte,
se escondió tras la extensa muralla que bordeaba el palacio y se quedó
allí, derrotado y abatido, hasta el amanecer. Durante la noche luchó
contra la tentación de gritarle a Yoon Hee que se asomara aunque fuera
sólo un momento, para poder contemplar su hermoso rostro una vez más. Lo
invadió una profunda nostalgia que lo llevo a dejar escapar un par de
cristalinas lágrimas que rodaron por sus mejillas.
Se levantó, lanzó una última mirada al palacio, y se marchó pensando que no había forma de evadir el destino.
(6) Iljimae: personaje
popular que actúa como ladrón enmascarado por las noches, robando dinero
o provisiones a los funcionarios corruptos para darle a los pobres.
GISSI RODRÍGUEZ, Copyright 2013
Disponible en Smashwords
https://www.smashwords.com/books/view/305901?ref=gissica
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La Flecha de Joseon: Capítulo 2
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Oleh
Gissi Rodríguez
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